Por Sadio Garavini di Turno
Sólo el poder limita al poder. La debilidad de una oposición dividida y desmovilizada ha creado las condiciones para que aumente el autoritarismo del gobierno. Cada vez más el Poder Judicial es utilizado para criminalizar a dirigentes de la disidencia, como los alcaldes Lopez y Capriles, el ex gobernador Lapi, y los destacados juristas Allan Brewer y Carlos Ayala. El propio Chávez amenaza revocar las concesiones a los canales de televisión privados, estrechando el cerco alrededor de la libertad de expresión, ya debilitada por la “ley mordaza” y el terrorismo fiscal. La nueva ley que busca acabar con el financiamiento externo de las ONGs reduce aún más el espacio democrático, en un país donde está prohibido el financiamiento público de los partidos políticos, con la excepción “de facto” de los partidos de gobierno. El “espantapájaros” de una inminente invasión norteamericana es utilizado para profundizar la militarización del Estado y de la sociedad y como excusa para una creciente carrera armamentista, grávida de corrupción. El nombramiento de un CNE dominado por el chavismo, en contra de las recomendaciones de la OEA y de la UE y su rechazo a la auditoría del REP por parte de las universidades más prestigiosas del país, indican claramente que la voluntad del gobierno es fomentar la división y el abstencionismo en la oposición. El abstencionismo “desde ya” es “castrante” y por tanto infértil. La oposición necesita un candidato unitario no tanto para ir a unas dudosas elecciones, sino para exigir las condiciones (y denunciar su carencia) para unas elecciones libres y lograr la indispensable unidad de mando y estrategia y la necesaria interlocución frente a la comunidad internacional. Además, una campaña electoral sirve para crear una alternativa creíble frente al petropulismo autoritario, movilizar una oposición deprimida y cambiar la actual correlación de fuerzas, atrayendo no sólo al antichavismo sino a ese decisivo sector del país que se denomina “ni-ni”. Para eso es necesario que los abstencionistas asuman el hecho, corroborado por todas las encuestas, que, a falta de una alternativa creíble, Chávez mantiene un debilitado pero todavía mayoritario apoyo popular. Si no hay condiciones electorales, el llamado a la abstención por parte de un candidato unitario, con fuerza en las encuestas, tendrá un efecto deslegitimador mucho más potente que el actual abstencionismo “a priori” de un conjunto de enanos en orden disperso.
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